Por: Redacción
Everglades, Florida.- En una decisión que ha despertado polémica internacional, el gobierno estatal de Florida anunció que transformará un antiguo aeropuerto supersónico abandonado en los pantanos de Everglades en un centro de detención masiva para inmigrantes indocumentados.
“Este es un espacio estratégico, aislado por naturaleza, perfecto para cumplir con nuestra misión de seguridad y legalidad”, justificó el fiscal general estatal Ryan Uthmeier, en un mensaje donde defendió el proyecto como parte del plan de deportaciones masivas impulsado por el presidente Donald Trump.
El sitio elegido es el Dade-Collier Training and Transition Airport, que en los años sesenta fue concebido como el aeropuerto más grande del mundo, con seis pistas para recibir aviones supersónicos como el Boeing 2707. El megaproyecto fue cancelado por razones ecológicas en 1970 y desde entonces ha permanecido como un paraje fantasma rodeado de caimanes, pitones y panteras.
Ahora, sobre ese mismo terreno, el gobierno floridano planea construir un complejo temporal con capacidad para hasta cinco mil personas detenidas. Carpas, remolques, cercos, torres de vigilancia y presencia militar de la Guardia Nacional formarán parte de lo que ya se conoce como “Alligator Alcatraz”.
El presupuesto estimado asciende a cuatrocientos cincuenta millones de dólares anuales, con recursos estatales y fondos de FEMA. Las primeras instalaciones podrían estar operativas desde julio, con capacidad inicial para mil detenidos.
Organizaciones ambientales, el pueblo indígena Miccosukee y defensores de derechos humanos han interpuesto demandas federales para frenar el proyecto, alegando la violación de leyes ecológicas y la amenaza a especies protegidas. También denuncian la falta de transparencia en el proceso.
“La paradoja es brutal: el mismo lugar que fue rescatado del concreto para proteger a la naturaleza, hoy pretende convertirse en símbolo de encierro y exclusión humana”, advirtió un vocero de la coalición ambiental EarthJustice.
El debate está en marcha, pero el terreno ya se despeja. El pantano que alguna vez frenó el rugido de los jets ahora podría silenciar, entre barro y rejas, los gritos de quienes cruzan la frontera en busca de una vida mejor.