Por: Redacción
Tobago, Trinidad y Tobago.- La tranquilidad del barrio costero de Crown Point se vio alterada a finales de noviembre tras el arribo nocturno de aviones militares estadounidenses y el despliegue de un equipo de alta tecnología en las inmediaciones del nuevo aeropuerto, un movimiento que encendió alertas entre residentes y reavivó el debate geopolítico en el Caribe oriental.
“Nos despertamos con un ruido ensordecedor y luego vimos una enorme estructura giratoria apuntando al cielo; nadie nos explicó nada y pensamos que podía ser una bomba o algo peligroso”, relató un residente de la zona, reflejando la preocupación que se extendió entre los habitantes del sector.
El equipo en cuestión resultó ser un G/ATOR (Ground/Air Task-Oriented Radar), un sensor móvil de largo alcance de última generación utilizado por los Marines de Estados Unidos y valuado en decenas de millones de dólares, diseñado para tareas de vigilancia aérea y terrestre con capacidades avanzadas de detección y seguimiento.
El despliegue ocurrió pocos días después de una visita del jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos a Trinidad y Tobago, lo que colocó el episodio en el centro de un intenso debate estratégico sobre el grado de involucramiento del país caribeño en la escalada de tensiones entre el gobierno de Donald Trump y la vecina Venezuela.
Tobago, isla de aproximadamente 60 mil habitantes, se localiza a unas 70 millas náuticas, equivalentes a 129 kilómetros, de la costa venezolana, una cercanía que, para analistas y críticos, incrementa el riesgo geopolítico y eleva el perfil de exposición del país ante un eventual conflicto regional.
La primera ministra de Trinidad y Tobago, quien ha manifestado su respaldo a los ataques estadounidenses contra embarcaciones cerca de Venezuela, ha ofrecido explicaciones variables sobre el motivo del despliegue militar, una narrativa que no ha logrado contener las críticas internas ni disipar la percepción de falta de control del riesgo.
Para sectores opositores y líderes comunitarios, el gobierno habría tomado una decisión de alto impacto sin una adecuada gestión de comunicación ni evaluación de consecuencias, colocando a la nación “en la línea de fuego” en un intento por alinearse estratégicamente con Washington, en un contexto regional marcado por alta volatilidad y decisiones de seguridad con retornos inciertos.


