Por: Chef Raúl Sergio Llamas Reyna
Seattle, Washington.- El aroma del verano en Estados Unidos tiene nombre, color y sazón. Cada 4 de julio, mientras ondean las banderas y retumban los fuegos artificiales, la verdadera celebración se vive al calor de las parrillas, en cocinas familiares y en los patios traseros donde el país entero se reúne en torno a la mesa.
En ciudades como Seattle, la independencia no solo se conmemora con discursos o desfiles. Se celebra, sobre todo, con hamburguesas jugosas, mazorcas asadas, hot dogs al estilo regional, ensaladas frescas y tartas de frutas rojas que evocan la bandera nacional.
“El 4 de julio es uno de esos días donde la cocina une generaciones”, cuenta Ruthie Thompson, originaria de Spokane, quien desde hace 20 años organiza una comida familiar con recetas heredadas de su abuela. “La receta del pie de cereza que usamos viene desde 1950 y es casi tan importante como los fuegos artificiales”.
En Seattle, donde confluyen culturas de todo el país, la celebración se vuelve también un mosaico gastronómico. A los clásicos del centro y sur de Estados Unidos —como las costillas BBQ, los frijoles dulces, o el cornbread— se suman platillos con toques asiáticos, latinos y europeos, en una muestra de la diversidad culinaria que caracteriza a la nación.
Una escena común es la de familias enteras preparando potato salad, cortando sandía en triángulos o montando mesas repletas de alitas de pollo, brochetas multicolores y pasteles con decoración patriótica.
Y aunque cada casa tiene su receta estrella, hay algo que se repite en todas partes: el 4 de julio es, más que una fecha, una ocasión para compartir, agradecer y saborear la libertad.
La jornada culinaria arranca desde temprano. Mientras los fuegos artificiales esperan su turno al final del día, la cocina es el escenario principal donde se cuece la verdadera identidad americana: sencilla, comunitaria y generosa.
Porque en Estados Unidos, la independencia también se sirve al plato. Y se acompaña con sonrisas, brindis de limonada fría y el eterno ritual de pasar la receta al que sigue.