Por: Redacción
Kansas City, Missouri.–
Con los campos de entrenamiento a la vuelta de la esquina y el aroma del emparrillado flotando en el verano norteamericano, la NFL perfila ya a sus contendientes más sólidos. Los números no mienten: Detroit Lions y Kansas City Chiefs se consolidan como las franquicias a vencer, ambos con marca de quince ganados y dos perdidos, colocándose en la cúspide de la NFC North y la AFC West, respectivamente.
Mientras los Chiefs buscan prolongar su hegemonía como dinastía vigente, los Lions emergen como un símbolo de consistencia, liderazgo y hambre de trascender. Detrás de ellos, rugen con fuerza los Vikings (14‑3), los Eagles (14‑3), los Bills (13‑4) y los Ravens (12‑5), todos con marcas que los colocan como serios aspirantes a playoffs y más allá.
La expectativa en Buffalo es alta. Bajo el brazo poderoso de Josh Allen, el equipo suma nuevas armas como Keon Coleman, joven receptor con potencial explosivo, y veteranos como Joey Bosa, quien refuerza una defensa necesitada de presión constante al quarterback rival. En conjunto, los Bills parecen haber aprendido de derrotas pasadas.
En el Este de Pensilvania, los Eagles vuelven a presumir una línea ofensiva de élite. El tándem formado por Lane Johnson y Jordan Mailata fue clasificado entre los cinco mejores tackles de toda la liga. A ello se suma un Jalen Hurts maduro, con temple de MVP y ojos fijos en el trofeo Vince Lombardi.
Y en el campo de prácticas de los Steelers, el fuego ya arde. Una pelea entre novatos reflejó no solo tensión competitiva, sino el alto estándar que exige el veterano coach Mike Tomlin, mientras la posible llegada de Aaron Rodgers aviva la conversación en Pittsburgh.
Detrás de las cifras, los nombres y las rivalidades, la NFL se mueve como una maquinaria de talento, disciplina y estrategia. Las lesiones, los ajustes de último momento y los destellos individuales definirán el rumbo de una liga que cada año se reinventa y se intensifica.
Por ahora, los números favorecen a quienes supieron construir desde el vestidor, pero la verdadera historia —como siempre— se escribe en el terreno de juego.