Por: Chef Raúl Sergio Llamas Reyna
Vancouver, Canadá.- La celebración de la Navidad es una de las tradiciones más extendidas del mundo.
Para creyentes y no creyentes, esta fecha simboliza el nacimiento de Jesús —aunque históricamente no haya ocurrido un 25 de diciembre— y, sobre todo, representa un momento privilegiado para el reencuentro familiar alrededor de la mesa.
«Estas cenas con el pavo y todo lo demás son tradiciones que tomamos prestadas de otros lados, particularmente del Thanksgiving Day de Estados Unidos”, explico con frecuencia cuando hablamos del origen de los platillos que hoy consideramos indispensables en la cena navideña.
Desde una perspectiva histórica y culinaria, la cena de Navidad tiene antecedentes mucho más antiguos. Proviene de las cenas saturnales celebradas por los romanos entre el 17 y el 23 de diciembre, en honor a Saturno, festividades que incluían grandes banquetes y rituales de abundancia.
En aquellas mesas, los alimentos eran muy distintos a los actuales. Se consumían principalmente carnes de caza como jabalíes y venados, acompañadas de vino, que era lo que ofrecía el entorno y la época, muy lejos aún del pavo como protagonista.
Fue aproximadamente en 1523 cuando el pavo llegó a Inglaterra, donde rápidamente se volvió popular para las celebraciones de fin de año. Posteriormente, los ingleses lo llevaron a Norteamérica, consolidándolo como platillo central tanto para Acción de Gracias como para Navidad.
En México, la cena navideña tomó identidad propia al sumar platillos como el bacalao y los romeritos, creando una fusión única entre herencias europeas y tradiciones locales, que hoy definen nuestra mesa decembrina.
Al final, la Navidad también se entiende desde la cocina: es historia, intercambio cultural y memoria compartida, servida plato a plato.


