La Historia del «Infaltable» Fruitcake Navideño

7 Dic 2025 | Gastronomía

Por Chef Raúl Sergio Llamas R.


Vancouver, Canadá.- Hay postres que nacen en la historia… Y otros que nacen en la familia.

El fruitcake navideño tiene las dos virtudes.

Su origen se remonta a los romanos —soldados que necesitaban energía y alimentos que resistieron el tiempo—, pero su permanencia en nuestras mesas tiene que ver con algo mucho más íntimo: los rituales familiares que pasan de mano en mano, como si fueran una herencia perfumada de frutos secos, miel y recuerdos.

Según la Universidad de Georgia, el primer fruitcake surgió cuando los romanos mezclaron piñones, granadas secas y pasas dentro de masas sumergidas en cebada para conservarse mejor.

Más tarde, durante las cruzadas, se volvió alimento esencial gracias al uso de hidromiel y miel como conservadores.

Y con el tiempo, este pan denso y aromático se transformó en símbolo de celebraciones importantes, tanto que en la boda del Príncipe William y Kate Middleton el pastel principal fue un fruitcake tradicional.

Australia, Canadá, Francia y Alemania tienen versiones propias; en Estados Unidos, desde 1913, se pueden pedir por correo los famosos fruitcakes de Collin Street Bakery, en Texas, o los de The Claxton Bakery, en Georgia.

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Pero por más tradición internacional que exista, ninguna supera —al menos para mí— la que nace en mi propia familia.

El fruitcake que sabe a familia

Porque si hablamos de Navidad, de música suave en la cocina, de olor a mantequilla derritiéndose y frutas maceradas, entonces tengo que hablar de ellas: mi abuela Ofelita Reyna y mi tía Patricia Cervantes.
Ahí es donde empieza la verdadera historia.

Mi abuela materna Ofelita, con su paciencia infinita, tenía una manera única de seleccionar cada fruto seco.

Nada de atajos. Nada de improvisaciones. Todo se hacía con el tiempo exacto y el cariño necesario.

Su receta era un viaje de sabor que no solo se comía: se recordaba.

Ella decía que el fruitcake era “un pan que se hornea con memoria”, porque cada trozo guardaba una Navidad distinta.

Y luego está mi tía Patricia, por mi lado paterno, que heredó el toque secreto de su familia, pero lo convirtió en obra propia.

Mientras mi abuela era precisión, mi tía tiene una intuición natural para crear un Fruitcake único.

Ella, lo hele, y sabe exactamente lo que falta. Un puñado más de nueces. Un chorrito extra de licor.


Su fruitcake no solo sabe bien: tiene carácter, como ella y es una tradición en la mesa de mi papá.

Mi tía y mi abuela cada una con su estilo hicieron que este “infaltable” dejara de ser un simple postre extranjero para convertirse en una tradición familiar.

En un abrazo horneado. En una forma de decirnos que la Navidad ya había llegado.

Un cierre de Nochebuena con sabor a casa.

En México solemos coronar la temporada con la Rosca de Reyes, pero el fruitcake tiene su encanto especial: es el broche dulce de la Nochebuena, el pan que se corta mientras se cuentan historias, el que acompaña el café de medianoche cuando la casa empieza a quedarse en silencio.

Y si se prepara con las recetas de Ofelita Reyna y de mi tía Patricia Cervantes, entonces sucede algo inevitable:
cuando se come un buen fruitcake… Hasta cantas.

Porque sabe a Navidad.
Porque sabe a hogar.
Porque sabe a ellas.

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