Por: Geneviv Lanndry
Vancouver, Canadá.- La tensión industrial entre Estados Unidos y Canadá sube de tono.
La automotriz Stellantis, matriz de Jeep, Chrysler y Dodge, confirmó que trasladará la futura producción del Jeep Compass desde la planta canadiense de Brampton hacia Belvidere, Illinois, marcando un golpe económico para el sector manufacturero canadiense.
“El traslado forma parte del plan de expansión para aumentar cincuenta por ciento la producción en nuestras plantas estadounidenses durante los próximos cuatro años”, informó un portavoz de Stellantis.
El proyecto contempla una inversión de trece mil millones de dólares en territorio estadounidense y coincide con la nueva política comercial impulsada por el presidente Donald Trump, que impone un recargo de veinticinco por ciento a los vehículos fabricados fuera del país.
De igual forma, piezas de repuesto provenientes del extranjero estarán sujetas a aranceles equivalentes.
La decisión afecta directamente a Windsor, Canadá, ciudad fronteriza con Detroit cuya economía depende casi por completo de la industria automotriz.
Stellantis anunció que cerrará temporalmente su planta local durante dos semanas, lo que impactará a cuatro mil trabajadores y generará incertidumbre en una comunidad de apenas doscientos cincuenta mil habitantes.
El temor entre los sindicatos y proveedores crece ante la posibilidad de que más fábricas sigan el mismo camino.
Si las políticas arancelarias continúan, analistas advierten que Canadá podría perder miles de empleos y ver colapsar parte de su cadena de suministro automotriz, un sector que históricamente ha sido pilar de su economía industrial.
Mientras tanto, en Illinois se preparan para recibir la inversión y el repunte laboral que, hasta hace poco, correspondía al lado norte de la frontera.
El movimiento confirma una tendencia: la reindustrialización estadounidense se está acelerando, y Canadá paga el precio.