Por: Redacción
San Antonio, Texas.-
Las remesas enviadas desde Estados Unidos hacia México experimentaron una de sus caídas más significativas en los últimos años, marcando un momento clave en la relación económica y humana que une a millones de familias a ambos lados de la frontera.
Según datos del Banco de México, el monto enviado en un reciente mes alcanzó los 4 mil 761 millones de dólares, lo que representó una disminución superior al doce por ciento en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Aunque la cifra puede parecer todavía robusta, el descenso preocupa a expertos, autoridades y, sobre todo, a las comunidades que dependen de este flujo como sustento principal.
“Cuando una remesa cae, no solo se afecta el bolsillo: se sacude una red emocional y económica que mantiene de pie a muchas familias”, afirma un analista radicado en San Antonio.
Las razones detrás de este fenómeno son múltiples: desde condiciones laborales más precarias para trabajadores migrantes, presiones inflacionarias en ciudades como Houston, Dallas o Los Ángeles, hasta decisiones políticas que endurecen el entorno migratorio y reducen las oportunidades de trabajo estable.
Las remesas han sido, por décadas, un motor silencioso de la economía mexicana. No solo sostienen hogares, sino que reactivan economías locales, financian estudios, construyen casas y, en muchos casos, representan el único vínculo tangible entre migrantes y su lugar de origen.
Por ello, cualquier cambio en su volumen envía una señal de alerta que no debe ignorarse: habla del estado emocional, laboral y económico de quienes partieron buscando un mejor destino, pero que siguen apostando por México desde lejos.